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José Llimona y el monumento a Usandizaga

Publicado el 26 de septiembre de 2016.

José Limona y monumentoa Usandizaga

Al culto pueblo de San Sebastián

Por causas involuntarias no me fue posible ocupar mi sitio dentro del cercado cuando la inauguración o entrega del monumento erigido a la memoria de insigne Usandizaga. Quedéme vagando anónimamente entre la multitud y así pude recoger la impresión sincera que mi obra produjo al simpático y franco pueblo de San Sebastián... y confieso que sus expresiones no eran para mí del todo halagüeñas, pues la mayoría expresaba en términos más o menos vivos su desencanto por el poco parecido del busto del insigne músico.

La ilustre Junta encargóme el proyecto y construcción del monumento sin hacerme la más pequeña presión, dejándome en completa libertad; de manera que toda, absolutamente toda la responsabilidad del resultado recae sobre mí; así es que las expresiones o conceptos poco agradables que herían mis oídos, no podía compartirlos con nadie y me eran doblemente dolorosos. La ilustre Junta ya sabe que, al emprender yo mi obra, no me ha guiado el afán de lucro, sino el de rendir homenaje al gran músico. He hecho lo posible por acertar a pesar de la premura de tiempo. ¿Lo he conseguido? Sería falsa modestia si yo no me contestara afirmativamente. Sin jactancia, pero sin hipocresía, declaro que mi conciencia de artista está tranquila, pues creo que mi obra responde a la reputación que se me ha concedido.

Como decía, el desencanto popular responde a que ha quedado defraudada la ilusión que tenían formada de ver en el monumento la reproducción física de un ser tan íntimamente conocido y tan justamente amado. Por si puedo tranquilizar a este comprensible estado de opinión, declaro que si el busto representativo de Usandizaga está como esté, no es porque me haya salido así, es porque adrede lo he modelado en esta forma. Los que tengan ciertas nociones del arte escultórico saben de sobra que es mucho más fácil hallar un relativo parecido sujetándonos simplemente a la imagen física que tenemos ante nuestros ojos, que no el buscar una representación moral que responda, no solamente al cuerpo destructible del individuo, sino a su alcance inmortal.
Claro que si, al descubrirse el monumento, la generalidad del público hubiese visto en él la figura enfermiza y débil del gran músico, hubiera yo tenido de momento un éxito más inmediato y popular, pero no he querido este éxito fácil, que con el tiempo habría ido menguando, pues un busto de esta concepción rompería la armonía estética del conjunto y seguramente con el tiempo habría de ser sustituido.

Todo el conjunto del pequeño monumento responde a una idea de sencillez y solidez, evitando toda clase de inútiles adornos. Los bancos a manera de brazos abiertos, convidando al abrazo; el macizo pedestal base de la robusta columna, no podía terminar con un busto de menguada concepción; todos los componentes no tienen más remedio que sujetarse a un todo, de lo contrario, resultaría una equivocación estética. El monumento ha de durar más que nosotros; y, créanme mis lectores, las futuras generaciones no perdonarían el que, para darnos una pasajera satisfacción, les legásemos una obra falta de sentido estético.

Con estas ligeras explicaciones creo sincerarme del por qué de mi obra.

José Llimona
LVG 25 de Setiembre de 1916

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