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La Urbana, Hotel, Restaurante y sobre todo Pastelería. San Sebastián

Publicado el 04 de abril de 2017.

La Urbana, Hotel, Restaurante y sobre todo Pastelería

San Sebastián se ha distinguido siempre por sus magníficas pastelerías. En algunos casos, como el que contemplamos, se unió un alto nivel en la restauración con una de las pastelerías más sobresalientes que ha tenido la ciudad.

La faceta de Restaurante y Hotel fueron la parte más importante del negocio, por su duración, pero pensamos que merece tener un espacio destacado entre las Pastelerías, ya que su magnífica labor en el mundo de la repostería le hace merecedora de ello, ya que dio fama a un establecimiento emblemático de San Sebastián.

La Urbana fue fundada en 1870 por Pascual Gorosabel casado con Urbana Elejalde, de donde tomó su nombre. Sin embargo fue con José Echave, hacia 1890, con quien alcanzó su esplendor, llegando a ocupar los números 14, 15 y 16 de la Plaza Gipuzkoa. Como restaurante, se había especializado en banquetes y homenajes. Las Instituciones contaban con La Urbana porque cumplía un doble cometido. Garantizaba una gastronomía para los más exigentes paladares y finalizaba con una demostración en los postres, difícil de igualar.

El arte ornamental en los trabajos de pastelería era de tal calibre que suponía un espectáculo en sí mismo la contemplación de las obras.
Cuando en 1906 las instituciones quisieron homenajear a las autoridades de Gipuzkoa, con motivo de las Fiestas Euskaras, encargaron a La Urbana la confección del menú. Las crónicas se hicieron eco del evento, pero es curioso comprobar que lo que resaltaron fue la elaboración artística de los postres por encima de la puramente gastronómica, de la siguiente forma:

“En el salón de recepciones de la Casa Consistorial, ultimáronse ayer los preparativos para el banquete que se celebrará esta tarde en honor de la provincia y demás invitados al acto.

Se han colocado dos mesas corridas en el centro del salón, para 120 cubiertos. Como se calcula que serán más los comensales, se habilitarán más mesas en las terrazas laterales. Por si el sol calienta demasiado o llueve, se colocarán toldos. Los centros de mesas son verdaderamente artísticos y tentadores para los golosos. Figura uno el edificio de una Casa Consistorial, construido con columnas de azúcar y la obra de mampostería con almendra. Las balaustradas de balcones, reloj, etc., de caramelo.

Otros centros confeccionados con idénticos “materiales” de La Urbana, representan caseríos rústicos vascongados y artísticas torres.
Además se colocarán hoy caminos de flores naturales y las mesas serán adornadas con plantas y banderitas nacionales y de la ciudad.
Si a esto se añade que La Urbana piensa dejar bien puesto el pabellón y si se tiene en cuenta el acopio de proyectiles que se ha hecho, no cabe dudar que el acto resultará brillante y alimenticio”.

E. Flagey, ya en 1898, describía la pastelería de la siguiente manera:

“El Restaurante no es más que un anexo de las dos otras industrias importantes: La Confitería y la Pastelería.
Hacemos un guiño de buen grado a aquellos que no siendo ni suizos, ni ingleses, ni franceses, sin embargo convenimos que haremos personas felices a los que les llevemos a modo de souvenir una cesta de turrón, o algún estuche lleno de yemas, frutas confitadas y cocos recientemente fabricados.
El Sr. Echave es el primer exportador de turrón de la localidad y puede, con ese título, asesorar a los comerciantes de comestibles del Midi deseosos de poner de moda este producto”.

La Urbana coexistió durante algunos años con dos rivales de categoría, “La Nueva Mallorquina” en la esquina de la calle Txurruka y con la “Mallorquina” en la calle Camino, 7, ambas de los mallorquines, Mateo Balaguer, José Coll y Jaime Ripoll.

Rescatamos, también, varios pasajes que le dedicó Adrián de Loyarte y que describen a la perfección el nivel de la pastelería de La Urbana.

“Toda su pastelería fue siempre exquisita. Era un placer, para el paladar, contemplar desde las sillas del mismo restaurante, cuan deliciosamente elaborados llegaban, en unas largas bandejas, los pasteles, del horno. Tan vistosos Y tan calentitos.
La Urbana elaboraba una verdadera maravilla en lo que los pasteleros llamaban cartuchos, que consistía en un trabajo de tarta. Y era de tal arte, tan fino el dibujo, tan bello ornamentalmente, de tal naturaleza toda la labor, que recordaba el de un finísimo encaje. Verdadera orfebrería pastelera. Y había decoración dibujada sobre las tartas, que alguna de ellas duraban una hora de trabajo.”

No sabemos con exactitud, años 30, cuando dejó la actividad como pastelería La Urbana, que finalizó su historia únicamente como restaurante, pero si sabemos que durante los años que ejerció la misma lo hizo a tal nivel, que le hacen merecedora de ser recordada entre las grandes pastelerías que ha tenido San Sebastián.

A La Urbana le sustituyó, en su parte principal, primeramente el mítico Bar Bidasoa, parada obligada de los turistas franceses y actualmente el Café Bideluze.
 

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