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Arrieta y Garagorri en San Sebastián

Publicado el 09 de enero de 2017.

Arrieta y Garagorri en San Sebastián

Esta época navideña, tiempo de burbujas y turrones, nos lleva a recordar uno de los emblemáticos establecimientos que a pesar del tiempo transcurrido, está en la memoria de muchos donostiarras, la “Casa Arrieta y Garagorri” del Boulevard.

Fundada en 1907 en la Alameda 5, por dos amigos, Miguel Arrieta y Venancio Garagorri, nunca necesitaron formalizar una sociedad, ya que su relación siempre se basó en su propia bondad y muy bien que les fue.

La ciudad, en aquella época, tenía una enorme actividad hostelera y “Arrieta y Garagorri” se convirtió en una de las casas proveedoras más importantes. Sus almacenes los tenía en los bajos del Teatro Victoria Eugenia. Eran suministradores del Gran Casino, del Kursaal, del hotel Carlton de Bilbao, del Royal de Santander e incluso del Hotel du Palais de Pau. Se encargaron también del Tiro de Pichón de Ulía, del primitivo Tenis o del restaurante del circuito de Lasarte. Con el hotel Mª Cristina tenían una relación muy estrecha, ya que existía un local dentro del mismo hotel para suministro de toda clase de bebidas, desde el agua mineral hasta aguardientes y licores, pasando por los vinos de Rioja, los Burdeos e inclusive el mítico Château d’Yquem. Es famosa la anécdota de que llegaron a vender al conocido Cabaret Tabarin, situado en el teatro Victoria Eugenia, un vagón entero de Moët Chandon que acababan de recibir.

Benito Garagorri que escribió una memoria de la Casa, nos recuerda el tostado diario del café en el propio escaparate de la tienda, que llenaba de su atractivo olor todo su entorno.

Nos cuenta también como en 1926 se trasladaron a un espacioso local de 400 m2, en Alameda 3, donde habían estado los almacenes de ferretería y maquinaria industrial de Barandiaran y Cia. Este local es el que todavía algunos recordamos.

El local estaba prácticamente dividido en dos por el portal. En el mayor se instaló la tienda y el almacén de vinos. Como cajera y telefonista estaba doña Gregoria (esposa de Venancio) en un mueble de caoba, procedente del hotel Regina. En el más pequeño se puso la charcutería, la pastelería y el salón de té.

Benito sigue recordando: ”Curiosamente el mayor interés estaba en la charcutería y, sin embargo, lo que triunfó fue la pastelería. Teníamos como jefe de obrador a un alemán grande como un castillo que duró muy poco tiempo ya que ni su trabajo ni su carácter le hacían interesante. Afortunadamente le sustituyó, un baturro de Zaragoza recomendado por la pastelería y hotel La Urbana de la plaza de Guipúzcoa, y su labor fue muy buena y siguió bastantes años en casa.

Y queda para el final el salón de té. Tenía el suelo levantado, como un metro, y una decoración muy bonita con mucha escayola, una vidriera artística que cubría una cocina pequeña y dos vidrieras menores para las ventanas que daban al patio. La vajilla y cristalería se compraron en Biarritz.

Las Navidades fueron un éxito desde los primeros momentos, con unos turrones de gran calidad y con una atractiva presentación. La iniciación de la creación de las cestas empezó en el salón pequeño y terminó ocupándolo completamente y también parte del salón grande.

En la pastelería hay que recordar forzosamente a la familia Hendía formada por un grupo numeroso de hermanas de las que recuerdo a Carmen, Serafina y Manolita que trabajaron en la tienda, en la pastelería y en el salón de té, que inició una decadencia después de la guerra, pues empezaron a funcionar las cafeterías y se buscaba un servicio más sencillo que el complicado que tenía el salón de té.

Ya en la última etapa, una de las obras importantes fue la del montaje del autoservicio”.

Durante las siguientes décadas los tres hermanos, Martín, Benito y Miguel Garagorri siguieron al frente del establecimiento con el mismo nivel de calidad que había sido su característica fundacional.

Así en una entrevista que le hicieron a Benito, en el año 1985, poco antes de cerrar, decía: “Fuimos los primeros en la implantación de un comercio que dentro del ramo de la alimentación ponía al alcance de su clientela todas las posibilidades. Procurando en todo momento que la finura y la exquisitez estuviesen presente en cuantos artículos vendíamos.”

En 1985, Arrieta y Garagorri bajó para siempre sus persianas. Benito Garagorri indicaba la razón; “Muy sencilla, los tres hermanos hemos rebasado los setenta años y no tenemos quien nos releve dentro del ámbito familiar. Nos vamos contentos por aquello de estimar haber cumplido con el deber. Y hasta tenemos la pequeña ilusión de que algunos nos echen de menos.”

Sin lugar a dudas, así ha sido.


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